vendredi 12 septembre 2008

Un principio
Se acercan las dos piezas hasta amoldarse en una, hasta sentir que los espacios de su cintura son saciados por el volumen de sus brazos. Entonces en la sombra una sola persona. Manía la de los cuellos de estacionarse en la curva de aquellos hombros hasta depositar todo el peso corporal. Comienza así el espiral de giros y arrollamientos, de pellejos cubriéndose, de la complementación en esas dulces ausencias femeninas. Se suceden hasta adolecer y degustar otra vez esa rabia de espina dorsal. Manía la de migrar al cuerpo del otro, y la de abrazar.
Un después
Llega la espuma con sus huellas de arena, abriga las manos enfriadas por la camino, revive los susurros de esa sed de noche.
Las sombras y los ruidos, las ausencias y los pasos, la piel erosionada que pide ocultarse en el propio cuerpo, exigiendo la libertad que el tiempo requiere para que éste pueda ser realmente llamado como tal, y así poder llenarse de secretos, gritos, simulacros y golpes, de uno mismo, de más huellas de acordes que suenan de noche, de amaneceres, de desvelos, de más caminos hasta exiliarse de tendones y curvas y precipitaciones.
Igual yo nunca te dejaría sentir mi soledad.
Un él y un mientras ella

La punta de su pecho casi intocable, las entradas de su cuello derivan al camino que baja hacia esa oscuridad húmeda, mientras se baña observa su perfil reflejado en la pared blanca, siempre nos gustó hacerlo. El agua invencible y sinvergüenza, casi imprevisible alrededor de toda su sombra, la vulgaridad de su risa muestra que ha encontrado lugares meramente iluminados por esa luz existencial de la ventana. El recorrido de sus manos por su cintura hasta la barranca de su espalda… Las gotas parecen aludir a ese vicio también –y tan bien- compartido por mí de recorrerla por completo. Apaga la ducha como una canción que alarga su final, el espejo un poco más alto que yo, su cuerpo situado al frente, ante esa luz exterminadora de todas sus mieles, las sombras como omisiones del mundo pero regalos para mis dientes. Me limito a observar sin sorpresa la secuencia de los cristales en caída libre por su cadera, admiro cómo se absorbe en la sábana, cómo se envuelve en ella hasta hacerla parte de su cuerpo, formando así los más deleitosos pliegues por desgajar.
Envolvería sus talones con mis pies hasta subirla hacia mí sólo para que me recuerde su gusto, su piel evangelizada por el agua, esa intersección trascendental de todas las curvas resucitadas por cada uno de mis dedos, y su olor que resuena en esta imaginación de blancos y negros de jabones y gotas.

3 commentaires:

Anuar a dit…

como con los postres o las explicaciones, voy a dejar éste comentario para después (osea, el verdadero comentario). Porque el texto (tuyo) merece ser leído con más neuronas que funcionen (mías).

volveré y seré millones

besos

pd: ¡viva la Patria!¡viva Perón! (perdón, me entusiasmo y es tan gracioso...)

Pamela a dit…

Perón, el que en buenahora ciño espada ¿?

Eugenia a dit…
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