vendredi 7 novembre 2008

Ejercicio

Teniamos que encontrar nuestro propio punto de equilibrio para así poder mantenernos ante el cuerpo del otro, parados.
La palma de mi mano abarcaba el ancho de tu nuca. Mi poca altura, el largo de tu torso. Tu brazo derecho bajó hasta cercar mi cintura y tu otra mano calmaba el vacilar de mis hombros. Apoyaste tu mejilla sobre mi cuello intentando contagiarme tu respiración, llegué a sentir la humedad de tu cuerpo y con mis dedos atravesé el escarpado de tus hombros por completo.
Uno de nosotros debía de levantar una de sus piernas cuando lo sintiese, atravesando con el interior de ésta parte del diametro de la cadera opuesta, haciendo así que el otro tuviese que sostener esta pierna izada con su brazo.
De vuelta esa falta de equilibrio, nunca pude mantenerlo mientras debía de hacerlo, por eso mi mano en tu cuello, pero ahí estabas vos, eriguiendo mi espalda, haciendomé sentir más alta de lo que soy, sosteniendome por completa como si me elevaras desde tu altura, abarcando mis espacios vacios, construyendo mis piernas alrededor de tu cuerpo, y recién cuando me daba cuenta de tu solidez, de la fortaleza de la que me convidabas, de esa convivencia corporal que se volvió nuestro nicho, es ahí cuando recobraba el ritmo adecuado de la respiración y mi centro, mi centro pegado al tuyo, envolviendose hasta la complementación.
Lo raro es que habiendo conseguido el equilibro sobre esa única pierna en el suelo, sentía necesitarte más que antes, esa manía de hacer mías partes de tu cuerpo.

1 commentaire:

Gio! a dit…

Hasta hoy meses sin leerte y acá estás.. tal como te recuerdo. Hermoso Pam, te extrañaba..