Sedó.
La inspiración de los dedos en la vulva de la noche.
Y así, qué más que estarse con los brazos caídos,
el corazón amontonado y ese sabor de polvo
que fue rosa o camino-
El vuelo excede el ala.
Sin humildad, saber que esto que resta
fue ganado a la sombra por obra de silencio;
que la rama en la mano, que la lágrima oscura
son heredad, el hombre con su historia,
la lámpara que alumbra.
Julio Cortazar, Resumen en Otoño.
Y "Nos veremos otra vez" de Aznar & Lebón.
Su sonrisa frágil sobre el borde de la taza, un café sobre sus manos, sus ojos como cerezas envueltas en vidrio y sobre la punta de su nariz la evidencia del vapor del café caliente, le encanta saberme desconcertado y sentirse dueña de ella misma, impredecible, espina y tajo en mi rutina, ésa que sólo remonta semanas después que ya se ha ido. Me pide que la reciba como si la hubiera olvidado. Dice poco, exhalar desde sus adentros sería depositar algo en mí, abrir los brazos, desnudarse, dar lugar a la vulnerabilidad o verse condicionada a no poder quebrar mi mundo con sus pisadas de gigante, no podría ni ella misma creerse este nomadismo de migrar al comienzo de cada estación. Le permito usarme de refugio sabiendo que aun aquí no se trata de mí, se quedará unos días, los necesarios para después no necesitar de nadie por un tiempo o sentir que ha viajado. Deambula alrededor de mis cosas como quien se toma vacaciones de las suyas para poder extrañarlas, la descubro observándome aun desde su mirada hacia el suelo (y admito saber por qué no levanta sus ojos, otra vez cerezas envueltas en vidrio). Suele creerse lo suficientemente invencible como para sonreír de más, no hablar de ella y mantenerse distante por miedo a que al sostenerla la crea mía. Le permito este paréntesis en mi vida como inyección de la suya desde esta derrota de no saber describirla sino desde su cuerpo envuelto en olor a café en cama de invierno, desde esta falta de nuevas palabras para su pelo rubio y esa manera graciosa de creerse disimulada con sus pensamientos.